Circula en el ambiente político y en las redes sociales dos comentarios sobre las secuelas de una probable vacancia presidencial por destitución de Pedro Pablo Kuczynski que incurren en imprecisión, y en algunos casos incluso hasta en desinformación.
Se dice, por una parte, desde el oficialismo y los sectores antifujimoristas, que si Martín Vizcarra no renuncia estaría incurriendo en “traición a la democracia”.
Por otro, por diversas razones se señala que Martín Vizcarra estaría “obligado” a “cumplir” la Constitución y asumir la vicepresidencia; de no hacerlo, incumpliría el mandato constitucional para el cual fue elegido.
En ambos casos, se apela a medias verdades y se aplican criterios pragmáticos, se confunde la política con el derecho.

En efecto, el Perú se encuentra frente a un dilema agudo. Ya hemos señalado ayer que esta confrontación entre Ejecutivo y Legislativo se ha salido de madre, y ambos poderes se encuentran enfrascados en mal usar las prerrogativas constitucionales para ganar la guerra.
En ambos casos, se apela a medias verdades y se aplican criterios pragmáticos, se confunde la política con el derecho.
Batalla a favor del Ejecutivo fue el sacrificio del gabinete Zavala para poner al Congreso en jaque, ad portas una disolución; batalla a favor del Ejecutivo fue librarse de la vacancia vía el canje del indulto a Fujimori.
Batalla han sido las modificaciones del Reglamento parlamentario. Batalla será este nuevo proceso de vacancia. En ninguno de estos combates, la estabilidad política del país ha estado en mente de los dos bandos.
Parece inminente que esta vez sí proceda la destitución presidencial, pero sería una victoria pírrica, inútil para los intereses congresales, si no viene acompañada del compromiso vicepresidencial de asumir la Presidencia para asegurar la continuidad del Gobierno… pero sobre todo del Parlamento.
Si así no fuera, si Vizcarra y Mercedes Aráoz renuncian, tendría que asumir Luis Galarreta y convocar a elecciones de inmediato, de acuerdo con el artículo 115 de la Carta Magna, con lo cual el periodo de este Parlamento se acortaría y nadie podría prever la conformación de fuerzas de un siguiente Congreso.

Ambos bandos aseguran pensar en la estabilidad del país, en su crecimiento. Es posible que lo hagan, pero evidentemente no es su prioridad. En realidad, ambos están enfocados en sus propios intereses y cuotas de poder.
El presidente y el oficialismo, por ejemplo, manejan como última carta la renuncia de los vicepresidentes: en ese caso, si declaran vacante la Presidencia, el Congreso se pone la soga al cuello. Pero el primer vicepresidente, a diferencia de diciembre, hoy mantiene un sospechoso silencio, y se habla incluso de conversaciones con la mayoría fujimorista.
Ambos bandos aseguran pensar en la estabilidad del país, en su crecimiento. Es posible que lo hagan, pero evidentemente no es su prioridad. En realidad, ambos están enfocados en sus propios intereses y cuotas de poder.
En ese escenario, ¿traicionaría Vizcarra a la democracia prestándose al desesperado juego político del Congreso? De ninguna manera. No se puede traicionar a la democracia por ceñirse a un rol que le otorga la propia Constitución, que es la partida de nacimiento de la democracia.
A quien sí traicionaría es a su propio Gobierno, cuya decisión ha sido devolver el golpe al Parlamento vía las renuncias vicepresidenciales. Pero ese es un asunto político y ético, no un tema jurídico ni constitucional. Vizcarra deberá sopesar en qué medida vale la pena tomar esa decisión, evaluando los alcances personales y nacionales a corto, mediano y largo plazo.
Pero ¿qué pasaría si decide cumplir sus compromisos partidarios y renunciar? ¿Estaría incumpliendo la Constitución como señala la oposición?
A quien sí traicionaría es a su propio Gobierno, cuya decisión ha sido devolver el golpe al Parlamento vía las renuncias vicepresidenciales. Pero ese es un asunto político y ético, no un tema jurídico ni constitucional.
La respuesta es muy simple: tampoco. Al ser la presidencia de la República un cargo público al que se puede renunciar, las vicepresidencias también. Si fuera una obligación asumir ese cargo, no existiría tal posibilidad. Si se puede renunciar, entonces no es una obligación asumirlos. El propio artículo 115 incluye ese escenario. A diferencia del cargo congresal, que sí es irrenunciable y, por tanto, es obligatorio ejercerlo.
Las medias verdades quedan así expuestas. Es necesario que así sea para que la discusión política no se torne todavía más nebulosa de lo que ya es. Si Vizcarra o Aráoz aceptasen asumir el cargo presidencial, lo hacen conforme a la Constitución. Si deciden no hacerlo y renuncian a la vicepresidencia, o asumen la presidencia y renuncian de inmediato, también actúan conforme a la Constitución.
En ambos casos, serán unos demócratas. El cálculo político ya es otro cantar.
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Resulta sorprendente como ha pasado más de un año desde este conflicto y los peruanos continuamos con los conflictos políticos, esperemos que el panorama sea mucho más estable en los siguientes 5 años.