Escribe Manuel Cadenas Mujica
Pedro Castillo pudo convertirse en el líder que los maestros necesitan en momentos en que sus dirigencias nacional y regionales se encuentran divididas y cuestionadas. Pedro Castillo pudo articular un pliego de reclamos que incluyese las aspiraciones legítimas del magisterio hacia una dignificación de esa labor, traducida en mejores sueldos, una carrera meritocrática, infraestructura apropiada y beneficios sociales acordes con el compromiso que demanda la educación de los hijos del Perú.
Pedro Castillo pudo conseguir que el Estado peruano admita por fin la enorme distancia que existe entre los discursos y la realidad educativa, entre sus planes y el quehacer cotidiano de los educadores. Pudo transformarse en la voz de los que no tienen voz, tender el puente del diálogo franco y horizontal, con todo el apoyo que obtuvo desde distintas bancadas, sobre todo la fujimorista y la de Frente Amplio.
Pedro Castillo pudo lograr eso y mucho más. La condición para que eso fuera posible era una sola: que Pedro Castillo realmente lo quisiera. Pero Pedro Castillo ha demostrado todo lo contrario. Hay que tener solo dos dedos de frente para darse cuenta cuál es la verdadera agenda y la real disposición del profesor y rondero.
Pedro Castillo pudo lograr eso y mucho más. La condición para que eso fuera posible era una sola: que Pedro Castillo realmente lo quisiera.
Según relató la ministra Martens en su exposición ante la comisión de Educación, la primera vez que lo recibió, el dirigente no quiso llegar a ningún acuerdo si no se partía de una condición: ser reconocido como único y oficial representante del magisterio nacional, lo cual implicaba un desconocimiento de la dirigencia del Sutep, encabezada por Alfredo Velásquez e identificada con Patria Roja. La ministra no accedió a ese pedido porque significaría un procedimiento irregular que corresponde realizar, además, ante el Ministerio de Trabajo.
¿Es que acaso Pedro Castillo no conoce los procedimientos en materia gremial como para pretender que un pedido de esa naturaleza pueda ser aprobado? Desde luego que los conoce. Pero, como hemos dicho, esa no era su agenda. Había que establecer un punto de partida para tomar distancia y acusar al gobierno de no querer el diálogo. Y así fue.
Desde aquella primera reunión, lo que siguió como segundo punto en la verdadera agenda de Pedro Castillo fue una radicalización de todos los términos con que su facción, el Sutep Conare, invitaba a proseguir la huelga. No bastaría, en adelante, que el gobierno atendiese el pliego de reclamos oficial presentado por la dirigencia del Sutep, pues aquella “no los representaba” y era una cúpula dominada por Patria Roja, según sus adversarios de siempre. El tercer punto sería lograr que la ministra los atendiese personalmente y legitimase al Conare de esa manera como un interlocutor válido, condición que nunca le había cedido ningún gobierno hasta entonces.

El cuarto punto en la agenda de Pedro Castillo fue, sin duda, desacreditar los acuerdos obtenidos por el Sutep ante el Minedu. ¿Aumento de sueldos? Era una mentira, pues los profesores seguían ganando lo mismo, decía. ¿Evaluación docente? Una patraña destinada a despedirlos, con exámenes de conocimiento ajenos a la realidad. De esa manera, podía exacerbar los ánimos de la gran masa docente, tal como hizo a través de distintos voceros y aliados, con el fin de que la huelga arrecie y lograr la atención del Minedu.
El tercer punto sería lograr que la ministra los atendiese personalmente y legitimase al Conare como interlocutor válido.
A ese juego se prestaron congresistas de distintas bancadas, bajo el argumento demagógico de que no había diálogo con quienes en verdad estaban en huelga. Por eso, la presentación de la ministra Martens ante la comisión de Educación, pese a exponer la falta de interlocutores válidos para el diálogo debido a la atomización de las dirigencias y plataformas de reclamos, fue solo el pretexto para vapulearla y arrinconarla hasta conseguir que admita una reunión con Pedro Castillo, cuya atención las distintas bancadas se disputaban con afanes de notoriedad.
Cuatro días duró el “diálogo” al que la ministra se vio obligada a ceder, pero bajo condiciones en que su autoridad no pudiese ser nuevamente objeto de manoseos. Por eso los cuartos separados. Lo que fue presentado luego por Pedro Castillo y sus ocasionales aliados como un “desaire”, no fue sino una medida destinada a atender sus requerimientos y los de las distintas secciones regionales del magisterio, pero sin dar oportunidad a Pedro Castillo de sacar el rédito político ideológico que busca en el fondo.

Porque ni la ministra ni peruano alguno de buena voluntad ignora que tales movidas estratégicas convergen en un objetivo expuesto por el ministro Basombrío con toda claridad: utilizar las legítimas pretensiones laborales del magisterio nacional para posicionar a las pequeñas facciones relacionadas con los prosenderistas Movadef y Proseguir, con el fin de que por esta vía adquieran un reconocimiento de facto con cara hacia los organismos internacionales ante quienes han apelado la negativa de la autoridad electoral y judicial para darles reconocimiento jurídico como partido político.
Por eso ninguna de las cesiones que ha realizado el Gobierno para adelantar los aumentos, clarificar las evaluaciones, invertir en infraestructura y saldar la deuda social con el magisterio ha importado en verdad a Pedro Castillo. La valla debe ponerla más alta cada vez (ahora, incluso, ya no está tan cómodo con la intermediación de la Iglesia, después del aclare de Bambarén), pero aquella ha sido una apuesta muy arriesgada a la que ha conducido a un gran sector del magisterio, “emperrado” (para usar el término favorito del congresista Mulder) en que se eliminen las evaluaciones y pedir la cabeza de la ministra.
El sentido común diría que “del lobo un pelo”, pero a Pedro Castillo no le interesa ni un pelo ni dos. ¡Y vaya sí son más de dos a los que se había comprometido el sector Educación con los maestros en el frustrado acuerdo! El objetivo de Pedro Castillo no es el lobo de la mala educación. El objetivo de Pedro Castillo es despejar territorios para otros lobos.
Pedro Castillo pudo haber liderado al Magisterio a una de sus más importantes conquistas de las últimas décadas, ir tomando cada vez mejores posiciones. Pero por la vía de la intransigencia, lo ha empujado en cambio con cantos de sirena demagógicos a una situación verdaderamente enojosa: profesor que no vuelva a las aulas, será reemplazado. Para el gobierno, el diálogo nacional se acabó. Los beneficios alcanzados serán respetados, el acuerdo se plasma en un decreto de urgencia con rango de ley. Pero quienes decidan seguir en su insensatez al amigo de Movadef y Proseguir, lo pagarán con sus puestos.
El objetivo de Pedro Castillo no es el lobo de la mala educación, sino despejar territorios para otros lobos.
Es una verdadera lástima, pero gobernar implica también hacer cumplir la ley y no ceder a chantajes de ninguna clase, incluso cuando como ha deslizado Pedro Castillo, impliquen vedadas amenazas de enfrentar profesores despedidos contra nuevos profesores. Por cierto, no solo es el chantaje de los movimientos prosenderistas, sino también el de sus inesperados aliados, principalmente el fujimorismo, quien ha creído ver en esta la oportunidad de pescar en río revuelto. Expertos pescadores como Hernando de Soto han expuesto con claridad la estrategia: liberar a Fujimori a cambio de calma social.

Por eso, tomar la vía del imperio de la ley y el orden en lugar de la componenda, lejos de significar una debilidad como quieren presentarlo los interpeladores, implica establecer las bases sólidas para un futuro diálogo social sincero y honesto, sin histerias ni prepotencias, y también sin las agendas encubiertas, amistades peligrosas, fanatismo, mentiras e histrionismo de Pedro Castillo.