Por Lucía Mujica
¡Es fin de mes, pagaron ya! Vivo cerquita del club El Revólver, en el Rímac, donde se realiza Mistura 2017. A diferencia de ediciones anteriores, la feria gastronómica no ha generado tráfico vehicular ni problema alguno en el distrito… quizá porque la concurrencia ha disminuido.
Lo primero que se ve al llegar fue el enorme tenedor amarillo que caracteriza a la feria.
Mi recorrido se inició en el Salón del Pisco, que lucía repleto, a lo mejor por la controversia que hubo este año por el Concurso de Bruselas. Ahí disfruté de un papaya sour preparado con el pisco arequipeño Camaná. Me atendió Ross Mary Fernández, la dueña, muy simpática.
No me perdí gracias a la señalización. En otras oportunidades, me había costado mucho ubicarme.
¡Buenas noticias! Hay varias cajas y atienden rápido. No tuve que hacer una larga cola.
—No todo es color de rosa—
La zona de las sopas llamó mi atención. La Choza de Sojo ofrece una rica pero escasa porción de sopa de novio, mientras que Manka propone los clásicos menestrón y sancochado.


¡Qué abuso! Pagué ocho soles por un anticucho de Grimanesa acompañado de un octavo de papa.
Como ya es de costumbre, el plato que acapara Mistura es el chancho al palo.


—Fiebre mundialista—
El tema de moda es el fútbol y también llegó a Mistura. Los platos que hacen referencia a la selección peruana son los más vendidos: entre ellos están El Depredador, de Ushu Fusión, y el Trío Guerrero, de Entre las Redes.

¿Vale la pena ir? ¿Cuál es la finalidad de la feria? ¿Qué la diferencia de una feria distrital? ¡Que alguien me lo explique, por favor!
A pesar de algunas mejoras, parece que esta vez sí Mistura ha perdido el rumbo.
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