Hace una semana, el ministro Idel Vexler aseguró que la nueva currícula escolar incluiría enseñanza sobre el terrorismo con todas sus letras. Por fin, dijimos todos.
Sin embargo, de inmediato, voces de Fuerza Popular se preocuparon porque esa referencia vaya a sufrir de algún sesgo ideológico que resulte condescendiente con este delito. Y hoy, la congresista Paloma Noceda fue mucho más allá al solicitar que se mencione el nombre y rol de Alberto Fujimori en la lucha antiterrorista.
Todo esto nos lleva a pensar qué es lo que no debería faltar y qué es lo que no debería incluir la enseñanza a las nuevas generaciones sobre la época del terror.

A quienes enseñamos en la educación superior nos toca conocer en carne propia los resultados de las últimas dos décadas de educación básica al respecto, y con toda franqueza debemos admitir que, año a año y semestre a semestre, sin importar la procedencia de los estudiantes –educación pública o privada–, la realidad es cada vez más preocupante.
El conocimiento acerca de lo ocurrido en las décadas de los años ochenta y noventa se va raleando, generación tras generación, como si se aplicase un mismo sobre de té filtrante sobre varias tazas.
La enseñanza de la historia en el Perú es tan mísera, que para muchos empezó el 5 de abril de 1992 con el autogolpe. Su horizonte no llega más allá, como si atrás solo hubiese prehistoria. Y hablamos de estudiantes de educación superior.

Frente a eso, es muy difícil plantear ninguna reflexión que incluya tanto una comprensión más profunda de esas décadas de violencia como también una posición más tajante contra cualquier intento por revivirlas.
–LO QUE SE DEBE INCLUIR–
Por lo expuesto, se necesitará primero una apropiada contextualización histórica.
Es necesario que el Minedu encargue a un equipo multidisciplinario plural, que todos conozcamos, la identificación y evaluación, con el mayor equilibrio posible, los hechos que fueron desencadenando la aparición del terrorismo, tanto en el ámbito local como global.
Esa tarea requerirá evitar las lecturas únicas y totalitarias de la historia, tanto marxistas como no marxistas. Establecer los principales problemas republicanos, las distintas perspectivas de solución, y el momento histórico en que aparece el terrorismo senderista.
También será necesaria una apropiada contextualización política.
En ese sentido, es necesario evaluar y reconocer el papel de cada gobernante en la lucha contra el terrorismo, a fin de comprender los distintos factores que contribuyeron a su toma de decisiones, tanto las acertadas como las equivocadas.
Será importante recalcar la importancia de los valores democráticos y el rol del Estado en la defensa del estado de derecho y de los derechos civiles. Y desbaratar a la par las falacias del terror, con una réplica política democrática que sea consistente, coherente y categórica.
Finalmente, será indispensable una supervisión de contenidos, desempeño y logros educativos.
No es ningún secreto que el magisterio peruano abraza, en gran proporción, las ideologías y presupuestos ideológicos marxistas, lo cual es su pleno derecho en el fuero personal.

Pero por esa misma razón es necesario que el Ministerio de Educación garantice que los estudiantes reciban una formación sin sesgos ideológicos a través del estricto cumplimiento de los lineamientos establecidos en la currícula.
Los maestros como tales son servidores del Estado, no de sus ideologías.
–LO QUE SE DEBE EXCLUIR–
Lo primero que se debe extirpar de la enseñanza es una terminología ambigua.
No fue una “guerra popular” ni un “conflicto armado interno”: fue terrorismo. Tampoco son “guerrilleros”: son terroristas incluso si no han sido condenados por ese delito, pues las organizaciones a las que pertenecen son reconocidas como organizaciones terroristas.
Jamás se debe mencionar a sus organizaciones de fachada como “movimientos sociales” o “luchadores sociales”: Pero del otro lado, las fuerzas del orden no cometieron “errores” ni fueron “daños colaterales”: fueron crímenes, atropellos a los derechos humanos.
Tampoco se debe permitir ninguna lectura de la historia que justifique la violencia.

Es necesario desbaratar la falacia de que Sendero Luminoso o el MRTA nacieron por causa de la injusticia social. No se trató de levantamientos populares ni de insurrección de los pobres. Sendero y el MRTA usaron como pretexto la injusticia social para su imposición ideológica.
Como comprobación de esto se puede mencionar la exigua cantidad de militantes que tuvieron en sus mejores momentos versus la enorme movilización social que se desató en su contra, y a los empobrecidos ronderos que los combatieron y derrotaron.
Por otro lado debe rebatirse la tesis de que las fuerzas armadas y policiales no podían hacer otra cosa que matar para combatir al terrorismo. Como ejemplo puede citarse la labor del GEIN en la captura de Guzmán y la de los comandos Chavín de Huántar en la crisis de los rehenes.
Sin embargo, eso nunca debe significar una homologación de los crímenes.
No son equiparables los crímenes de Sendero con los cometidos por las Fuerzas Armadas porque ni estas últimas ni el Estado peruano abrazan una ideología que los promueva. Ese equívoco análisis abonó el terreno para que surjan Movadef y otros grupos de apoyo al senderismo.

También debe derribarse una visión romántica del terrorismo.
El ADN del maoísmo senderista incluye la justificación de los asesinatos y otros crímenes horrendos cuando estos son “necesarios” para lograr sus objetivos de apoderarse del aparato del Estado. Todo lo que se interponga en su camino debe ser exterminado sin contemplaciones.
Finalmente, no debe promoverse una reconciliación sin arrepentimiento.
La sociedad peruana no debe ser obligada a reconciliarse con una agrupación que no reconoce sus crímenes, que ni siquiera los considera como tales, sino que mantiene las mismas premisas ideológicas y solo espera el momento propicio para usarlas y perseguir los mismos fines.
Va de acuerdo con nuestro ordenamiento legal la reintegración a la sociedad de los individuos, pero el país y las generaciones futuros no deben ser empujadas a reconciliarse con la violencia, porque eso es equivalente a exigir que una mujer agredida reciba en su casa a su agresor so pretexto del perdón.
Ojalá el ministro Vexler y el Gobierno de PPK en general sean lo suficientemente responsables como para tomar en cuenta todas estas consideraciones. Nunca hay que perder las esperanzas.