Aunque el keikismo trate de minimizar la situación y diga que ha salido “fortalecido”, la renuncia a Fuerza Popular de los diez “avengers” que acompañan a Kenji Fujimori termina por sellar el debilitamiento definitivo de lo que alguna vez fue una sólida y absoluta mayoría parlamentaria.

Quién diría que en el seno del fujimorismo se produciría un autogolpe que, de acuerdo con lo que han expresado hoy los renunciantes, va mucho más allá de simplemente manifestar una que otra discrepancia con el ala dura de la Bankada: se convierte en un puente tendido hacia el Ejecutivo, en lo que han llamado un Acuerdo de Gobernabilidad, cuyos términos plantean en buena cuenta un apoyo a la administración PPK bajo cierto marco de acciones.

Hasta cierto punto, se trata solo de un gesto, pero uno de tal naturaleza que, dadas las actuales circunstancias, habiendo terminado la investigación preliminar de la Fiscalía y ad portas una posible apertura de proceso judicial, pueden atenuar todavía más las posibilidades presidenciales de Keiko Fujimori.

Se dice que el peor error que se puede cometer es menospreciar al rival, y que la soberbia es mala consejera en cualquier lid, en especial la política. El perfil efectista y juvenil de Kenji Fujimori hizo que algunos en su partido lo mirasen con desdén, por sobre el hombro, como nadie digno de verdadera preocupación.

Pero 10 bajas de 72 curules no es cualquier cosa. Cualquier intento de censurar un ministro por su sola cuenta podrá caer ahora en el vacío. Lo mismo si pretendiese por sí solo saltarse las observaciones a las leyes que ponga el Ejecutivo. Y esos son apenas aspectos prácticos.

El perfil efectista y juvenil de Kenji Fujimori hizo que algunos en su partido lo mirasen con desdén, por sobre el hombro, como nadie digno de verdadera preocupación.

Mayor impacto en la percepción política representa saber que el bloque kenjista tiene más integrantes que las bancadas de Acción Popular (5), el APRA (5) o incluso Alianza Para el Progreso (9), solo 5 menos que la bancada oficialista y la misma cantidad que cualquiera de los bloques en que se ha escindido el Frente Amplio.

No puede ignorar el ala dura de la Bankada lo que eso puede significar para su futuro político. Hasta hace horas, Daniel Salaverry por ejemplo se aferraba a la idea de que las tres expulsiones de ayer podrían lograr que los otros siete recapacitasen. “Voy a esperar a ver cuál es la reacción de los otros siete miembros de Fuerza Popular que han acompañado a Kenji en esta aventura”, dijo. Ya no tiene que esperar más.

El juego de la Bankada ahora es propagar la idea de que las expulsiones y la renuncia deben leerse en clave de una defensa institucional, pues –como dice el propio Salaverry– nadie está por sobre sus reglamentos e instancias partidarias por más que se apellide Fujimori. Pero le costará mucho sostenerlo mientras siga insistiendo en recluir a los disidentes de las agrupaciones políticas en un limbo sin bancada o en una suerte de purgatorio, y mediatizar las prerrogativas constitucionales de cada parlamentario con normas de segundo orden.

Los autogolpes, como se ve, tienen efectos insospechados. El fujimorismo debería saberlo mejor que nadie.

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