El que esté libre de un chat impublicable, que tire la primera piedra. ¿Qué ocurriría si se nos levantase el secreto de las comunicaciones a todos los ciudadanos y se pudieran conocer nuestras conversaciones privadas? Más aún, ¿cómo quedarían congresistas, alcaldes, asesores, ministros, gobernadores, presidente, si lo que conversan en sus chats directos o grupales quedasen expuestos?
Seguramente habrá ciudadanos y autoridades más cuidadosas que otras. Algunos, incluso, tienen por norma evitar cualquier conversación comprometedora o dudosa por esos medios. Prefieren el cara a cara o a lo sumo la llamada telefónica. Hay quienes suponen que usando las llamadas vía Whatsapp, Facebook, Telegram o cualquier otro servicio de mensajería, nadie podrá acceder jamás a sus conversaciones. Pero pongámonos por un instante en el caso de que, con todos los cuidados, lo que conversamos en privado se ventilase. ¿Saldríamos bien librados?
pongámonos por un instante en el caso de que, con todos los cuidados, lo que conversamos en privado se ventilase. ¿Saldríamos bien librados?
Pese a que es indudable que existen ciudadanos y autoridades correctísimas e íntegras en sus conversaciones privadas y públicas, si las primeras se divulgasen, ¿estamos completamente seguros de que no habría posibilidad alguna de que pudiesen ser malinterpretadas o, como se estila decir ahora, “sacadas de contexto”?
Desde esa perspectiva, hay que aceptar que hay un ámbito en el cual resulta farisaico rasgarse las vestiduras respecto de los términos, registros lingüísticos y opiniones que hemos conocido en las conversaciones privadas del chat La Botica, hechas públicas por la vía legal y con todo ajuste a los derechos que la Constitución defiende.
Hace bien el juez Concepción Carhuancho cuando enfatiza, una y otra vez, que su análisis de las conversaciones de La Botica se ciñe estrictamente a su carácter de elemento de convicción en la investigación preliminar para establecer si hay indicios de verticalidad en el supuesto fiscal de que existe una presunta organización criminal enquistada en Fuerza Popular. Hace bien no solo jurídicamente, sino éticamente: aunque sea ajeno a los Cuellos Blancos, recordemos que quienes nos prodigaron un lenguaje florido en los CNM Audios fueron colegas suyos.
Convendría a los diversos sectores políticos hacer lo propio también, ceñirse a las implicaciones políticas constitucionales de lo que el chat hecho público demuestra, no necesariamente a su lenguaje.
El PPC tendría que hacerlo después que Lourdes Flores mandó que los ciudadanos “se metan la alcaldía al poto”.
El PPC tendría que hacerlo después que Lourdes Flores mandó que los ciudadanos “se metan la alcaldía al poto”.
El APRA tendría que hacerlo después que los “petroaudios” protagonizados por Alberto Químper y Rómulo León Alegría enriquecieron el panorama político cuando nos enteramos del “faenón”, del “equipo de la puta madre”, el “nombren a un huevón” y de las “aceitadas” de estos que también se llamaban entre sí “hermanitos”.
Antes, fue Salomón Lerner Ghitis como emisario del presidente Toledo presionando a los hermanos Wolfenson para que dejen “de sacarle la mierda al Gobierno”. Luego reciclado en el humalismo, que tuvo su “luz verde” de Nadine Heredia a Pedro Cateriano y el verbo florido del “flaco” Amílcar, asistente de Ollanta Humala, en audios revelados por un fiscal.
Peruanos Por el Kambio tampoco sale bien librado con los “negociazos” y “el ministro habla estupideces” del asesor presidencial y “hermano lindo” Carlos Moreno, los “tú sabes cómo es la nuez” y “se cae todo, cojudo” del ministro Bruno Giuffra, entre muchas otras perlas.
Ya hemos olvidado también el audio de la vergonzosa “repartija” protagonizada en el Congreso pasado por Vitocho García Belaunde (Acción Popular) y su “acá no pasa nada” y “tú sabes que Keiko es mi amiga”, Galarreta (entonces por APP), Isla y Urquizo del humalismo y Becerril. Y tampoco la izquierda villaranista y veroniquista se salva si uno escucha el audio de Gregorio Santos en misteriosa clave con un empresario.
hemos olvidado también el audio de la vergonzosa “repartija” protagonizada en el Congreso pasado por Vitocho García Belaunde y su “acá no pasa nada” y “tú sabes que Keiko es mi amiga”,
Horrorizarse, pues, de las expresiones utilizadas en las conversaciones de La Botica es pura y dura cucufatería, y en ese sentido hay que otorgar la razón a los fujimoristas cuando señalan que los chats están siendo usados como herramienta política por sus adversarios.
Pero solo en ese sentido.
Porque en lo que respecta a las implicaciones judiciales de sus conversaciones –al margen del lenguaje que utilicen y que en buena cuenta sean coordinaciones políticas que todas las agrupaciones hacen–, el fiscal Domingo Pérez y el juez Concepción Carhuancho han dejado delimitado en qué forma estas conversaciones se entienden en un contexto más amplio, en el cual su aparato partidario y bancada parlamentaria serían utilizados por Keiko Fujimori y su cúpula para fines de otra naturaleza, presuntamente criminal.
Asimismo, desde el punto de vista político, lo relevante no es el tono o el lenguaje utilizados por los integrantes del chat La Botica: enfatizar eso lo único que logra es victimizar a sus participantes, que es lo que buscan.
lo relevante no es el tono o el lenguaje utilizados por los integrantes del chat La Botica: enfatizar eso lo único que logra es victimizar a sus PARTICIPANTES.
A lo que hay poner la atención en este caso son las estrategias usadas para conducirse en el Parlamento, completamente contrarias al propósito de la representación congresal –que es custodiar los intereses públicos, no particulares– y al reclamo constitucional que ellos mismos hacen en otros casos cuando señalan con justicia que “los congresistas no están sujetos a mandato imperativo”, pero aquí se les ve recibiendo como autómatas órdenes externas al Parlamento sin mediar ninguna reflexión o debate.
Por supuesto, como sucedió con la famosa “repartija”, con los petroaudios, con los CNM audios y hasta con los vladivideos, los implicados siempre apelan a la misma coartada: nos están chuponeando, son conversaciones privadas, están sacadas de contexto.
Claro: que nadie tire la primera piedra, pero es verdad también que en boca cerrada, no entran moscas. Porque, como diría Aristóteles, “El hombre es esclavo de sus palabras y dueño de su silencio”.